Aunque te consideres la nueva reencarnación de Jesús, Jehová, Isis o Brahma, déjame decirte que nadie - a excepción de tu jefecita- va a llegar a decirte que eres lo que había hecho falta en el mundo del arte y va a darte un millón de dólares para que vivas de la grandiosidad de la misma.
Una pregunta que le hago a mis alumnos es, ¿Por qué tendría que ver tu película y no una de Apichatpong Weerasethakul? ¿Por qué tendría que leer tu ensayo y no regresar a los clásicos como Montaigne?
La respuesta es obvia, porque me pagan para hacerlo, pero si ese no fuera el caso, ¿Por qué tendría que perder mi tiempo contigo?
Suena crudo y hay muchos que se desaniman, pero la respuesta debería ser bastante sencilla:
"Porque soy un chingón y tengo algo que contar"
Ese es el primer paso, el ego funciona en algunas situaciones y por naturaleza, el creativo / artista tiene que ser un ente ególatra.
Para que el mundo te empiece a hacer caso, hay que trabajar, subir, exponer, joder a todos y cada uno de tus amigos hasta que estén hartos de ver tus experimentos. El arte no puede existir sin un público y lo mejor que puedes hacer es exponerte al mismo, aunque lo que tengan que decir, no te guste.
Si eres como yo y piensas que si no cuentas historias te mueres, hazlo. Come, desayuna y cena con tu pasión, pero no pienses que por el simple hecho de pintar, componer, escribir o grabar algo, el mundo te debe algo.
Los que van a juzgarnos son las personas que se tomen el tiempo de ver nuestro trabajo, lo demás son chaquetas mentales.
De ti y de nadie más depende que tu obra empiece a interesarle a los demás.