Es común que como creador neonato, pienses que estás a la altura de Kubrick, Picasso, Wagner o Yoda.
Todos hemos pasado por ahí y es normal que te sientas el "incomprendido" cuando en tu primer corto pones una coladera en blanco y negro haciendo una analogía de tu alma que nadie pinches entiende. El arte solo existe si puede entablar un diálogo con el espectador y punto.
Y no es que el público no esté a tu altura o que sea tonto, simplemente tu madre no tenía razón: no eres ni el más guapo, ni el más talentoso, ni mucho menos el más inteligente.
Para crear buenas obras necesitas de sudor, lágrimas y tiempo. El hecho de que no puedas estructurarlas, habla de una deficiencia en el lenguaje y es tu culpa, y nada más tuya, que el público no las comprenda. Es comprensible que carezcas de herramientas cuando eres joven, pero seguir con esas chaquetas y navegar con la bandera de enfant terrible a los 38, no te hace un artista, te hace un mamón.
Hay que tatuarse un mantra: Si la obra necesita ir acompañada de un texto lleno de términos rimbombantes y citas de un sinfín de autores, el diálogo no es con la obra, es con el texto y eso no es arte, son ocurrencias.
Ya basta de ocultar la falta de talento y trabajo con justificaciones pendejas, pongámonos a chambear.