Alan Estefan Torres

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Roma

Les dejo mi opinión de Roma, aunque nadie me la pidió. 

Es difícil hablar de la cercanía que tienes con un filme, cuando lo que mejor hace es retratar una realidad que te embriagó por completo desde el momento en que diste el primer respiro. 

Empezar a hablar de Roma, es hablar de la idiosincracia del mexicano de clase alta, de esos que no invitamos a comer a la servidumbre en nuestras mesas - a menos de que sea Navidad- , de esos que nos sentimos con poder por el simple hecho de haber nacido en cuna de oro - pero que seguimos creyendo que el mundo nos debe algo- , de los que le decimos a la Nana que la queremos porque fue la figura que estuvo para educarnos cuando nuestros padres no podían.

Es hablar de una cosmogonía del mexicano; del regateo, del merolíco, del huevo tibio en casa de la abuela, el café con leche y el camotero que nos caga el 90% de las veces ,porque nos hace dar unos brincos dignos de trapecista en el circo Atayde cada que deja escapar el vapor. 

De la propaganda política de mierda y sus promesas rotas, los gritos, el ruido, el caos, las incongruencias, el “algo de fierro viejo que venda,” la virgencita y los tacos al pastor. 

Roma es  revivir el México de nuestros padres y sentirlo como nuestro, porque las cosas en poco han cambiado. Es sentir coraje al ver la violencia y el machismo y recordar que en más de una ocasión nos hemos hecho de la vista gorda cuando lo tenemos a un madrazo de distancia. 

Es identificarse con la ausencia de la figura paterna, es entender que tu jefe era el señor de la casa al que no tenías que cuestionar, el que no tenía porque mover un dedo simplemente porque era el hombre. 

Es apreciar la vida desde una perspectiva bien jodida, porque en México sí hay algo peor que ser mujer, y eso es ser indígena y estar embarazada. 

Cleo es la viva imagen de todo lo que amamos y nos caga de nuestro país. Es la mexicana promedio, la de a calle, la que si no le chinga no traga, la que es ignorada, menospreciada y pisoteada porque “es pobre porque quiere”.  Es sentirnos orgullosos de la Guelaguetza,  el mezcal, el mariachi, pero decirlo en inglés en la parte de atrás de una chamarra para que lo vean millones de “chavitos bien” en sus pantallas. 

Es reencontrarnos con lo que más nos duele: la impunidad, la corrupción, el racismo, la manipulación, la impotencia y el clasismo, el puto clasismo. 

Es un espejo de los somos privilegiados, es una herramienta cargada de nostalgia que nos hace cuestionarnos:  ¿por qué chingados me duele ver que me retraten de esa manera?

He leído y escuchado muchas críticas acerca de lo endeble que es la historia, de la falta de desarrollo de los personajes, de lo “lenta que es”. 

A mi parecer, el filme es un gran ejercicio de guionismo, porque aunque muchos no lo sepan, nadie tuvo el guión completo en ningún momento del proceso de pre, pro o post producción, ni siquiera el productor. 

Cuarón llegaba con líneas a memorizar para algunos personajes y grababa las reacciones de otros para llegar a su visión (pueden ver cualquiera de las múltiples entrevistas que le han hecho en donde habla del tema); el filme fue el que dictó su propio tiempo, y los personajes, tuvieron un desarrollo natural basados el desenvolvimiento del mismo.  No siempre tiene que haber un Darth Vader, una mujer perdidamente enamorada enseñando las tetas, una lucha a muerte entre el bien y el mal , un Eugenio Derbéz haciéndose el payaso o la redención de un hombre al que le mataron al perro. 

En cuanto a detalles técnicos, no hay mucho más que decir.  

La fotografía es impecable por decir lo menos, la puesta en escena es una de las más grandiosas que he visto en años (me hizo recordar a Bergman en más de una ocasión), el diseño sonoro es simplemente brutal, las actuaciones son de aplaudirse y los directores de casting y locación, son “la leche” como dirían muchos chavitos que actualmente viven en la Roma -y que vivieron 1.3 semanas en Madrid-. 

Me quedo con mi reflexión que es: En Roma no hay una redención porque es un retrato de México y en México estamos tan acostumbrados a que nos den atole con el dedo, que no podemos evolucionar ni personalmente, ni como nación. Somos un país en donde pasa mucho pero al final no pasa nada. 

Roma es un retrato de nuestra realidad, jodida, pero nuestra a final de cuentas.  Es una gran obra que me hizo llorar, reír y encabronarme de mi realidad como hombre blanco privilegiado (palabras de mi buen amigo Rafa), si es una obra maestra o no, el tiempo lo dirá.